lunes

Mensaje de Pascua, Urbi et Orbi, del Santo Padre Benedicto XVI (fragmentos)

"¿Por qué buscáis
entre
los muertos al que vive? No está aquí,
¡ha resucitado!"
(Lucas 24, 5-6)
“He resucitado y estoy aún y siempre contigo”. Estas palabras nos invitan a contemplar a Cristo resucitado, haciendo resonar en nuestro corazón su voz. Con su sacrificio redentor Jesús de Nazaret nos ha hecho hijos adoptivos de Dios, de modo que ahora podemos introducirnos también nosotros en el diálogo misterioso entre Él y el Padre. Viene a la mente lo que un día dijo a sus oyentes: “Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). En esta perspectiva, advertimos que la afirmación dirigida hoy por Jesús resucitado al Padre, - “Estoy aún y siempre contigo” - nos concierne también a nosotros, que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo, si realmente participamos en sus sufrimientos para participar en su gloria (cf. Rm 8,17). Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, también nosotros resucitamos hoy a la vida nueva, y uniendo nuestra voz a la suya proclamamos nuestro deseo de permanecer para siempre con Dios, nuestro Padre infinitamente bueno y misericordioso.

Entramos así en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía nás: amor del Padre que “vuelve a abrazar” al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor “manso y humilde de corazón”, que es descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29).

Hermanas y hermanos cristianos de todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad: que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy, como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20). Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días. En sus llagas gloriosas reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios del que habla al profeta: Él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad a los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto, un canto de alabanza en lugar de un corazón triste (cf. Is 61,1.2.3). Si nos acercamos a Él con humilde confianza, encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con Él una relación vital en una auténtica comunión de amor, que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales. Para esto la humanidad necesita a Cristo: en Él, nuestra esperanza, “fuimos salvados” (cf. Rm 8,24)

domingo

¡CRISTO JESÚS HA RESUCITADO!



La Pascua es la vocación de la Iglesia, es su destino y su heredad. Somos ciudadanos del cielo, de un cielo y de una Pascua que sólo se pueden ganar en la tierra.


La cruz de Cristo nos redime, pero no nos garantiza automáticamente la salvación que hemos de lograr completando en nuestra carne y en nuestra alma lo que le falta a su Pasión redentora. Pasión y Pascua se funden, de este modo, en una unidad indivisible y santa. Somos herederos de la Pascua, de una Pascua a la que se llega desde la cruz.

Tal es la grandeza de este misterio de gracia que la Iglesia ahora durante cincuenta días nos reiterará la verdad esencial de nuestra fe: ¡verdaderamente Cristo ha resucitado! Y para que podamos creer y vivir acordes a esta verdad, debemos dirigir nuestros ojos hacia la Cruz. Es preciso, de nuevo, hallar el equilibrio entre la cruz y la gloria. Nos hemos pasado tantos años en la Iglesia clavados en el Viernes Santo, plantados en la contemplación de la Pasión, que ahora, como si se tratara de un movimiento pendular, nos hemos instalado con verdad y también con demasía sólo en la gloria. Hasta ufanamente decimos estar sólo pendientes de la Pascua. Y no hay Pascua sin Viernes Santo. Es cierto que esto puede resultarnos duro, pero sólo por este camino, sólo de esta forma la Resurrección de Cristo tendrá consecuencias en nuestra vida.


(Este texto es una adaptación de un artículo de Jesús de las Heras)



Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón.
El Señor ha vencido al mundo,
muerto en la cruz por nuestro amor,
resucitado de la muerte
y de la muerte vencedor.
El ha venido a hacernos libres
con libertad de hijos de Dios,
El desata nuestras cadenas;
alegraos en el Señor.
Sin conocerle, muchos siguen
rutas de desesperación,
no han escuchado la noticia
de Jesucristo Redentor.
Misioneros de la alegría,
de la esperanza y del amor,
mensajeros del Evangelio,
somos testigos del Señor.
Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo Salvador,
gloria al Espíritu divino:
tres Personas y un solo Dios. Amén.

(Himno de Laudes)



viernes

MENSAJE DE PASCUA DE NUESTRO DIRECTOR EN BARRANQUILLA, LUIS VERGARA


Mis queridos hermanos, hoy les escribo con el único propósito de exhortarlos a que en esta Semana Santa se dejen llevar por el “Espíritu”. Es éste el que nos hace levantar nuestra voz para alabar al único Dios, para confiar ciegamente en Él.

Hoy quiero pedirte que, en medio de tu realidad, aceptes a Jesucristo el Señor como el único salvador y redentor del mundo, y a que coloques toda tu confianza en ÉL, porque es ÉL, el único que siempre te será fiel.

UN POCO DE MI VIAJE
Quiero compartirles la experiencia vivida la semana pasada en New York, donde participé de la gran asamblea que efectúa -en el Bronx- el hermano Neil Vélez. Mí única expectativa, al igual que las otras 500 personas que en promedio asisten a estos eventos, era la de oír la predicación y participar de la oración que ahí se realiza.

Ese domingo, desde muy temprano coloqué ese encuentro en manos del Señor, me fui en ayuno y, a pesar de que tuve que desplazarme media hora en tren hasta Manhattan, y luego media hora mas en subway hasta el Bronx, siempre estuve orando por esa jornada y mi encuentro con NEIL, quien es el predicador a quien más admiro.

Después de todo este preámbulo, y de participar de la eucaristía que se lleva a cabo en esa misma iglesia (pues la asamblea se realiza en un sótano) me enteré, al llegar al sitio, que Neil no había podido llegar desde Puerto Rico, y que no iba a estar en la asamblea de ese día.

Todos los organizadores, o su grupo de coordinadores se preocuparon mucho pues mi hermana les había comentado que yo había viajado desde Colombia sólo para conocerle… y aunque en ese momento sentí algo de inconformidad…le hablé a Dios y le dije “Señor por algo me hiciste venir hasta acá”, en ese momento pude haber tomado la decisión de regresarme a casa o de irme a disfrutar de las maravillas de Manhattan, pero sólo decidí esperar en el Señor, a ver por qué Él me había llevado hasta ahí.

DURANTE LA ASAMBLEA
Lo que ese DIA se vivió, o viví yo ahí, fue algo inexplicable. El “amor de Dios” inundó ese recinto completamente, y su acción -que obra en la vida de todo aquel que le permite- fue completamente abrumadora.

Conocí a un gran predicador (quizás de la misma talla el mismo Neil Vélez, el hermano Milton) y tuve la oportunidad de conversar con el ese DIA, hasta hablamos de la posibilidad de ir a Colombia. A demás de todo lo que viví, me dieron la posibilidad de ir a Radio “Jesús es el Señor“ a conocer personalmente a Neil Vélez.

Al día siguiente llamé, y me dijeron que fuera el martes a las tres de la tarde, y que Neil nos atendería 5 minutos ya que tiene una muy apretada agenda…

CONTINUARÁ


sábado

Pascua, ¡celebrando nuestra liberación!

«...Dios no hace alianzas con esclavos, por eso envió a Moisés a liberar al pueblo hebreo... este pueblo fue conducido al Horeb, al Monte Sinaí para sellar una nueva alianza... fue entonces cuando en verdad nacieron como Pueblo de Dios... el pueblo de hombres y mujeres libres nacidos de la Pascua» (Abraham Chams)

Abraham Chams, predicador católico, cirujano pedriata de profesión, fue nuestro invitado a la pasada asamblea de nuestra comunidad. Con el fin de preparanos adecuadamente para las próximas fiestas de Pascua, Abraham predicó sobre el sentido liberador de esta gran celebración y su actualidad en el «hoy» de nuestra historia personal y comunitaria.
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Dentro de lo mucho que compartió con los más de 30 hermanos que asistieron, su mensaje central fue una invitación clara a redescubrir la riqueza de la Pascua como encuentro personal con Jesucristo Vivo, vencedor del pecado y la muerte. Para ello, abordó inicialmente los origenes de esta fiesta en el pueblo de la primera alianza, el pueblo judio, y luego expuso ampliamente el sentido y la importancia de la Pascua como celebración de la Pasión, Muerte y Resurreción de Jesucristo.
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«¡Dios mío, he resucitado y estoy otra vez Contigo! Dormía y estaba tumbado como un muerto en la noche. Dios dijo: Hágase la luz y me he despertado ¡Como se lanza un grito! ¡He resucitado y me he despertado, estoy en pié y comienzo el día que empieza! Padre mío que me has creado antes de la aurora, me pongo en Tu presencia, Mi corazón está libre y mi boca es clara, el cuerpo y el espíritu están en ayuno. Estoy absuelto de todos mis pecados Que he confesado uno por uno. El anillo nupcial está en mi dedo y mi rostro está limpio. Soy como un ser inocente en la gracia Que me has concedido» (hermoso poema de Paul Claudel, sobre el sentido liberador de la Pascua: Cuando el cristiano se encuentra con Cristo, todo en él es transformado, Dios le restituye en su dignidad y hace posbile que en él renazca la belleza original que el pecado le había arrebatado)
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SU MUERTE DIO MUERTE A NUESTRA MUERTE. SU VIDA DIO VIDA A NUESTRA VIDA, POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL, HEMOS MUERTO Y HEMOS RESUCITADO EN LA LUMINOSA NOCHE DE LA PASCUA (Rvch)