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¿Por qué orar en comunidad? EL MISTERIO DE ORAR UNOS POR OTROS

Jesús nos ha enseñado a orar en plural: no nos hace decir “Padre mío”, sino “Padre nuestro”, no nos hace pedir “Dame hoy mi pan de cada día” sino “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Parece como si Jesús quisiera inculcar que nuestra oración debe curarnos de todo egoísmo. Es curioso: Jesús ha atendido tantas oraciones hechas en singular: “¡Jesús, que yo vea!”, clama el ciego; “Jesús, si quieres puedes curarme”, implora el leproso, y Jesús los complace. Jesús da la vista al pobre ciego, Jesús purifica al leproso, pero cuando enseña cómo se debe orar, enseña a hacerlo en plural.

Cada uno tiene sus propios problemas, pero Jesús nos enseña que no es lícito olvidar los problemas ajenos. El porqué es muy sencillo: somos células vivas de un mismo cuerpo que es Jesús, no podemos olvidar a los hermanos; somos sarmientos de una única vid que es Jesús; somos miembros de un mismo cuerpo. ¿Cómo puede la mano ignorar los problemas de los pies? Si el pie tiene una llaga también la mano tiene fiebre.

Por otra parte, todo el bien que hay en nosotros ¿no proviene acaso de los demás? Comenzando por nuestro físico, hasta nuestra cultura, nuestros hábitos, nuestras capacidades: son riquezas que no nos hemos dado nosotros mismos, todo nos lo han dado los demás. ¿No es lógico que los problemas de los hermanos estén siempre vivos en nuestra oración? ¿No es lógico que siempre acudamos a Dios con los hermanos, compartiendo todos sus problemas y rogando por sus necesidades como rogamos por las nuestras?

El hábito de orar por los demás y con los demás es un bien inmenso. Un papá se estaba muriendo, rodeado de sus hijos. Todos estaban impresionados por su serenidad y paz. La hija mayor se atrevió a preguntarle: “Papá, ¿por qué estás tan contento?”. El anciano respondió: “Mira, en vida nunca he querido rezar por mí mismo, siempre he procurado rezar por los demás; ahora, a punto de morir, me siento asombrosamente feliz. Ténganlo también ustedes presente, rueguen más por los otros que por ustedes mismos”.

Jesús ha hecho una promesa extraña para que cuando oramos no nos encerremos en el capullo de nuestro egoísmo: “Les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. (Mateo 18, 19)

Jesús nos ha revelado el poder de la oración en común. Cuando oramos en comunidad, no estamos solos, Jesús está en medio de nosotros. ¡Es estupendo!

Bárbara Shelmón es una enfermera católica, madre de cinco hijos, que se dedica a rezar por sus enfermos. Sus libros son muy leídos en los Estados Unidos, y el éxito en su oración por los enfermos es un carisma reconocido por todos. Ella está convencida de que la oración en grupo ejerce un poder especial sobre los enfermos. Escribe: “He recibido con frecuencia cartas de gente que dice haber rezado por sus males durante años sin obtener mejoría alguna, y que en cambio ha sido escuchada de modo sorprendente después de haber pedido a un grupo que rezara por ella. No sé explicarme el porqué, pero confiar a los demás nuestros problemas es en cierto modo como morir a nosotros mismos; es un factor que abre las puertas a ser atendidos por Dios”. Un hecho es cierto: Jesús ha hecho una promesa especial a quienes oren en común, y no debemos subestimarla.

La comunidad tiene sobre nosotros un poder especial de acción. También Jesús, en el momento más crucial de su vida, ha requerido la oración de sus discípulos. En Getsemaní, eligió a Pedro, Santiago y Juan para que velasen con Él en oración. Más Jesús subraya que quienes oran deben estar “unidos en su nombre”, es decir, fuertemente fusionados en su amor. (Esta catequesis es de la autoría de la "Escuela de Oración" )