

Pero, ¿quién es Neil Vélez? Dejemos que sea él mismo quien nos responda esta pregunta. A continuación ofrecemos algunos fragmentos de una entrevista que Neil concedió hace algún tiempo a la revista “Hablemos” de El Salvador.
“A los 17 años, la enfermedad se me había complicado. Las válvulas de mi corazón seguían sin cerrarse de forma

Esas palabras también me ponían al


Allí descubrí algo. Hay personas que no han faltado a una misa en toda su vida, que oran todos los días sin cesar; sin embargo, no saben quién es Dios; y yo era una de esas. Como pude me bajé de la cama, me postré de rodillas y derramé en llanto. Tanto gritaba que los doctores entraron para tratar de calmarme.
Cuando dejé de llorar y abrí los ojos pude ver el rostro de los médicos: ¡había recobrado mi vista! Ellos se asombraron tanto que decidieron someterme a unos exámenes. Detectaron que la meningitis y los tumores habían desaparecido, más no mi debilidad en el corazón. Ese padecimiento seguía allí, llevándome a la muerte.
Un especialista de Texas y otro de California llegaron a decirme que me quedaban tres meses de vida, pues aunque no tenían explicaciones para lo que había sucedido, sólo lo atribuían a un caso de mejoría momentánea. Ellos no sabían que esa noche había nacido un nuevo Neil. Yo les repetía que ‘por sus llagas Él me había sanado’. Esa noche pedí mi alta, y antes de salir del hospital los médicos me hicieron firmar un documento en el que me responsabilizaban de cualquier complicación. Al llegar a la casa, mi familia había hecho los arreglos fúnebres para que mi muerte no los tomara por sorpresa. Todos; sacerdotes, predicadores y amigos me decían que si en la tierra había sufrido, en el cielo ya nada sería igual, mas yo les repetía que estaba sano.
Es triste cuando el cuerpo hace parecer que todo es mentira. Algunos síntomas se seguían presentando. Me sucedía que cuando predicaba, chorros de sangre bajaban de mi nariz y caían sobre la Biblia; a veces se repetían las crisis y terminaba en el hospital, pero yo seguía pregonando mi sanación. Yo seguía transmitiendo que la fe mueve montañas y cada uno de nosotros podemos alcanzar grandes milagros. Como Misioneros de Jesús llevábamos el canto y la predicación a diferentes zonas de Estados Unidos y más tarde a otros países.
Pasaron aquellos tres meses, luego cinco, ahora ya voy para dieciocho y aún no estoy seis pies bajo tierra. Es increíble lo que ha pasado conmigo; los mismos médicos no alcanzan a comprenderlo. Es como si Jesús me hubiese hecho un trasplante de corazón. Pero Dios sigue probando a sus hijos como el oro fino. Hace dos años, a media producción del disco ‘Dame más de tu amor’, me detectaron tres tumores en las cuerdas bucales. Eso me afectó mucho porque tiene que ver con lo que hago, con mi ser. Pasé por episodios de depresión y mis familiares me decían que me aplicara lo que yo predicaba. De nuevo tuve que volver atrás y recordarme de aquella frase que había leído en la cama de un hospital: ‘Por sus llagas fuiste sanado’. Jesucristo volvió a obrar en mi vida. Pude terminar el disco y al compararlo con los nueve anteriores se descubre una voz más fuerte”.
Cuando dejé de llorar y abrí los ojos pude ver el rostro de los médicos: ¡había recobrado mi vista! Ellos se asombraron tanto que decidieron someterme a unos exámenes. Detectaron que la meningitis y los tumores habían desaparecido, más no mi debilidad en el corazón. Ese padecimiento seguía allí, llevándome a la muerte.
Un especialista de Texas y otro de California llegaron a decirme que me quedaban tres meses de vida, pues aunque no tenían explicaciones para lo que había sucedido, sólo lo atribuían a un caso de mejoría momentánea. Ellos no sabían que esa noche había nacido un nuevo Neil. Yo les repetía que ‘por sus llagas Él me había sanado’. Esa noche pedí mi alta, y antes de salir del hospital los médicos me hicieron firmar un documento en el que me responsabilizaban de cualquier complicación. Al llegar a la casa, mi familia había hecho los arreglos fúnebres para que mi muerte no los tomara por sorpresa. Todos; sacerdotes, predicadores y amigos me decían que si en la tierra había sufrido, en el cielo ya nada sería igual, mas yo les repetía que estaba sano.
Es triste cuando el cuerpo hace parecer que todo es mentira. Algunos síntomas se seguían presentando. Me sucedía que cuando predicaba, chorros de sangre bajaban de mi nariz y caían sobre la Biblia; a veces se repetían las crisis y terminaba en el hospital, pero yo seguía pregonando mi sanación. Yo seguía transmitiendo que la fe mueve montañas y cada uno de nosotros podemos alcanzar grandes milagros. Como Misioneros de Jesús llevábamos el canto y la predicación a diferentes zonas de Estados Unidos y más tarde a otros países.
Pasaron aquellos tres meses, luego cinco, ahora ya voy para dieciocho y aún no estoy seis pies bajo tierra. Es increíble lo que ha pasado conmigo; los mismos médicos no alcanzan a comprenderlo. Es como si Jesús me hubiese hecho un trasplante de corazón. Pero Dios sigue probando a sus hijos como el oro fino. Hace dos años, a media producción del disco ‘Dame más de tu amor’, me detectaron tres tumores en las cuerdas bucales. Eso me afectó mucho porque tiene que ver con lo que hago, con mi ser. Pasé por episodios de depresión y mis familiares me decían que me aplicara lo que yo predicaba. De nuevo tuve que volver atrás y recordarme de aquella frase que había leído en la cama de un hospital: ‘Por sus llagas fuiste sanado’. Jesucristo volvió a obrar en mi vida. Pude terminar el disco y al compararlo con los nueve anteriores se descubre una voz más fuerte”.