jueves

ESTO SOMOS, ¡VEN Y CONÓCENOS!

JUNIO, MES DE LOS «DOS CORAZONES»

Los Corazones Traspasados de Jesús y María
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
(Artículo escrito para la edición del Domingo de Ramos del periódico de la Arquidiócesis de Miami, "La Voz Católica")

El Corazón traspasado de Jesús
En el Evangelio de San Juan capítulo 13,1, leemos: “(Jesús) habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Este amar hasta el extremo significa que su Corazón no ha escatimado en nada para manifestar su amor a los hombres. Jesús nos amó hasta el extremo de entregar su Cuerpo, su Sangre y su Corazón en la Cruz. “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha escatimado en nada por salvarles y demostrarles mi amor”, dijo Jesús a Santa Margarita María de Alacoque mientras le mostraba físicamente Su Corazón. ¡Cuánto desea Jesús que comprendamos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad (Ef 3,17) del amor de su Corazón! ¡Cuánto desea que nos dispongamos a contemplar, como San Juan, los misterios de amor de su Corazón traspasado!

En la narración de la crucifixión, San Juan nos dice: “Al llegar a Jesús, como lo vieron muerto... uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”. (S. Jn 19,37) Qué momento para San Juan, quien recostó su cabeza en el pecho de Cristo en la última cena y escuchó sus latidos de amor oblativo por la humanidad. Al contemplar el Corazón traspasado se adentraba en los grandes misterios del amor de Jesús. Esta es la razón porque el evangelista exclamaría en su primera carta: “Dios es Amor”. ¿Cómo no exclamar esta verdad, cuando ante sus ojos se manifestó el amor que no escatimó en nada por abrir las puertas del Reino a la humanidad y que dejó la llaga de su costado como el eterno acceso del hombre al Corazón de Dios.

Contemplar la llaga de su Corazón traspasado es adentrarnos en la escuela del amor. Esa llaga, que es causada por la lanza del rechazo de los hombres, es la que Jesús convierte en el acceso directo a su Corazón y al reino de los Cielos. ¿No es conmovedor Su amor? ¿No es esta llaga el signo más claro de la oblación generosa de su Corazón? ¿No es acaso el sello de su amor y de su sacrificio? ¿No es su Corazón traspasado el triunfo del amor? Porque el amor triunfa cuando vence al mal, cuando da vida después de la muerte; cuando responde a la dureza del corazón humano ofreciendo su vida, su Corazón. Esta es la gran victoria del Corazón traspasado, que el Amor no siendo amado, como nos dice S. Francisco de Asís, responde amando hasta el extremo.

El amor del Corazón de Cristo convierte la llaga causada por el desprecio de los hombres en la fuente de vida, de donde manan gracias de salvación: “El Sagrado Corazón de Jesús fue traspasado por la lanza en la cruz para que fluyesen de él tesoros de gracia para todos los hombres. Es como una fuente perenne de vida que da esperanza a cada hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado”. (SS. Juan Pablo II, 1997). De su Corazón traspasado nace la Iglesia. El dolor abrazado por amor tiene la capacidad de redimir, de salvar y de dar vida. San Maximiliano Kolbe repetía constantemente a sus frailes: “El amor es fecundo, solo el amor crea y da vida”. Cristo da vida a la Iglesia después de muerto. Cuando su Corazón es golpeado por la lanza, se abre una llaga. De esta fuente abierta, nacen la Iglesia y los Sacramentos. ¡Qué poder fluye del Corazón traspasado! ¡Qué triunfo del amor sobre la muerte!... “El amor es más fuerte que la muerte” (Ct 8,6). El amor es más fuerte que la muerte porque la vence, y la vence porque no deja de dar vida aun después de la muerte.

El Corazón traspasado de María
A esta poderosa fecundidad del Corazón traspasado de Jesús, está plenamente unido el Corazón de María, traspasado místicamente junto al Corazón de su Hijo. En Lucas 2,35, se nos narra como Simeón profetiza el destino doloroso de Jesús, del cual participaría su Madre. “Éste está puesto para caída y elevación de muchos y para ser señal de contradicción- y a ti misma una espada te traspasará el corazón”. Estas palabras le indican la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo llevaría a cabo su misión mesiánica, es decir, en la incomprensión, rechazo y dolor. A este camino doloroso, pero fecundo, estaría unida de manera única y singular la Madre. El Corazón de María, unido indisolublemente al de su Hijo, recorrería el mismo destino. “Al pie de la Cruz, una espada traspasa el Corazón de María, cumpliendo así las palabras de Simeón... unido totalmente al sacrificio redentor de su Hijo, está el sacrificio maternal de su Corazón”. (JPII, 1988) .

El Santo Padre habla de esta participación singular de la Virgen en el sufrimiento redentor, como una “crucifixión espiritual”, como “un traspaso espiritual”, cuyo propósito es dar vida a través de la apertura del corazón. La maternidad espiritual de María sobre los hombres alcanza su plena realización en el Calvario cuando de manera explícita Jesús dice desde la cruz: “Mujer he aquí a tu hijo; hijo he aquí a tu Madre”. (Jn 19).

Juan Pablo II, en su visita al Santuario de Fátima en 1982, nos explicó que estas palabras de Jesús abrieron el Corazón de María para su maternidad espiritual sobre la Iglesia: “Cuando Jesús dijo: Mujer he aquí a tu hijo, abrió de una manera nueva el Corazón de la Madre. Un poco más tarde el soldado traspasa el Corazón de Jesús. Con estas palabras, el Corazón de María es abierto para recibir a los que el Corazón traspasado de Jesús iba a alcanzar con su poder redentor”. Igual que el Corazón de Jesús en el momento del traspaso dio a luz a la Iglesia y quedó eternamente abierto para derramar gracias de salvación sobre la humanidad, el Corazón de María unido espiritualmente al traspaso de su Hijo, quedó abierto para siempre para acoger con amor materno a los que aceptan la redención de su Hijo y para ejercer su mediación materna sobre todos los hombres y en todo momento histórico.

Solo el amor triunfa
¡Contemplen al que traspasaron! (Jn 19,37). Cuán necesaria es esta contemplación para adentrarnos en la escuela del amor. El amor del Corazón de Jesús fue capaz de transformar la muerte en vida; el dolor en redención; la llaga de su costado en puerta abierta y fuente de salvación. El amor del Corazón de María fue capaz por su comunión perfecta e incondicional a la obra redentora, de recorrer el mismo destino de su Hijo, hasta llegar al pie de la Cruz. Del Corazón traspasado de Cristo hemos recibido salvación, liberación, redención. ¡Cuántas gracias fluyen a través de la llaga de su Corazón! Del Corazón traspasado de María nace su maternidad espiritual, que la ejerce siempre con generosa solicitud, con su poderosa intercesión y con su mediación materna sobre la Iglesia y el mundo.

Que nuestra contemplación del amor de los Corazones traspasados de Jesús y María mueva profundamente nuestros corazones, para que nos convirtamos en testigos vivientes del amor que contemplamos. “El hombre del Tercer Milenio necesita el Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la civilización del amor”. (Juan Pablo II, 1999).

lunes

Mayo y Junio, Meses de Bendición


«POR SUS LLAGAS FUIMOS SANADOS» Neil Vélez en Barranquilla

El 1 de junio pasado, varios miembros de la Comunidad de Oración Ciudad de Dios y la Asociación Católica Civitas Dei, asistieron al concierto que Neil Vélez y los Misioneros de Jesús, ofrecieron en el estadio metropolitano de Barranquilla. La experiencia no podría definirse de otra manera sino como una efusión del Espíritu. La Eucaristía, la predicación, la música… todo se unió para ofrecer a los más de 12 mil participantes, una sólida y eclesial experiencia de Dios.

Pero, ¿quién es Neil Vélez? Dejemos que sea él mismo quien nos responda esta pregunta. A continuación ofrecemos algunos fragmentos de una entrevista que Neil concedió hace algún tiempo a la revista “Hablemos” de El Salvador.

“A los 17 años, la enfermedad se me había complicado. Las válvulas de mi corazón seguían sin cerrarse de forma correcta; padecía meningitis, tumores en la cabeza y una complicación de todos mis males me había dejado ciego por completo.Una noche se debatía entre la vida y la muerte en la cama de un hospital de Nueva York, Estados Unidos. Mi mente repasaba un texto que meses antes había leído en la Biblia (1ª Pedro 2, 24b): ‘Por sus llagas fuiste sanado’. Esa frase se me había adherido a la mente.

Esas palabras también me ponían al
borde de la desesperación, pues no entendía por qué no podían aplicarse en mi vida. ‘Dos cosas están ocurriendo aquí: o todo es mentira o yo en realidad no te he conocido’, le grité esa noche a Jesús. Una voz tan clara irrumpió mis lamentos. ‘Hijo mío, tú no me conoces’, me dijo al oído. Cómo es posible, pensé, si ni siquiera mi juventud he gozado por andar en tus caminos, Señor. Pero la voz volvió a interrumpirlo.
Allí descubrí algo. Hay personas que no han faltado a una misa en toda su vida, que oran todos los días sin cesar; sin embargo, no saben quién es Dios; y yo era una de esas. Como pude me bajé de la cama, me postré de rodillas y derramé en llanto. Tanto gritaba que los doctores entraron para tratar de calmarme.

Cuando dejé de llorar y abrí los ojos pude ver el rostro de los médicos: ¡había recobrado mi vista! Ellos se asombraron tanto que decidieron someterme a unos exámenes. Detectaron que la meningitis y los tumores habían desaparecido, más no mi debilidad en el corazón. Ese padecimiento seguía allí, llevándome a la muerte.

Un especialista de Texas y otro de California llegaron a decirme que me quedaban tres meses de vida, pues aunque no tenían explicaciones para lo que había sucedido, sólo lo atribuían a un caso de mejoría momentánea. Ellos no sabían que esa noche había nacido un nuevo Neil. Yo les repetía que ‘por sus llagas Él me había sanado’. Esa noche pedí mi alta, y antes de salir del hospital los médicos me hicieron firmar un documento en el que me responsabilizaban de cualquier complicación. Al llegar a la casa, mi familia había hecho los arreglos fúnebres para que mi muerte no los tomara por sorpresa. Todos; sacerdotes, predicadores y amigos me decían que si en la tierra había sufrido, en el cielo ya nada sería igual, mas yo les repetía que estaba sano.

Es triste cuando el cuerpo hace parecer que todo es mentira. Algunos síntomas se seguían presentando. Me sucedía que cuando predicaba, chorros de sangre bajaban de mi nariz y caían sobre la Biblia; a veces se repetían las crisis y terminaba en el hospital, pero yo seguía pregonando mi sanación. Yo seguía transmitiendo que la fe mueve montañas y cada uno de nosotros podemos alcanzar grandes milagros. Como Misioneros de Jesús llevábamos el canto y la predicación a diferentes zonas de Estados Unidos y más tarde a otros países.

Pasaron aquellos tres meses, luego cinco, ahora ya voy para dieciocho y aún no estoy seis pies bajo tierra. Es increíble lo que ha pasado conmigo; los mismos médicos no alcanzan a comprenderlo. Es como si Jesús me hubiese hecho un trasplante de corazón. Pero Dios sigue probando a sus hijos como el oro fino. Hace dos años, a media producción del disco ‘Dame más de tu amor’, me detectaron tres tumores en las cuerdas bucales. Eso me afectó mucho porque tiene que ver con lo que hago, con mi ser. Pasé por episodios de depresión y mis familiares me decían que me aplicara lo que yo predicaba. De nuevo tuve que volver atrás y recordarme de aquella frase que había leído en la cama de un hospital: ‘Por sus llagas fuiste sanado’. Jesucristo volvió a obrar en mi vida. Pude terminar el disco y al compararlo con los nueve anteriores se descubre una voz más fuerte”.

Y lo especial llegó... La Comunidad Ciudad de Dios celebró la Solemnidad de la Visitación de Nuestra Señora


Con la participación de Edwin Ramírez, miembro de la Comunidad de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, se realizó el pasado 31 de mayo, en nuestra comunidad, una especial Asamblea de oración en el marco de la clausura del mes de mayo, y la celebración de la Solemnidad de la Visitación de la Virgen María.

Esperanza entre los pobres… acogida en la sencillez.

«Villa María Silene, es un barrio del sur-occidente de Barranquilla. Es un sector en el que la pobreza y la alegría parecen caminar de la mano. Si, aunque resulte ilógico».

Hasta este sitio llegaron hace más de 5 años, unas cuantas hermanas de la comunidad de las “Pequeñas Almas Misioneras del Amor Misericordioso de Jesús”. Su labor en este sitio tan necesitado, consiste -en esencia- en ser signos de esperanza a través del compartir desprendido y su sonrisa generosa.

Por una especial gracia del Señor, algunos hermanos de la Comunidad de Oración Ciudad de Dios y de la Asociación Católica Civitas Dei, fueron invitados a la casa de las hermanas -en Villa María Silene- el pasado 25 de mayo.
La jornada incluyó la oración, los testimonios de las hermanas y el compartir fraterno.




Las Pequeñas Almas del Amor Misericordioso de Jesús visitan nuestra comunidad.



El sábado 24 de mayo recibimos la visita de la hermanas Rosalba Mora, superiora de la comunidad "Pequeñas Almas Misioneras del Amor Misericordioso de Jesús" y Mary Lindarte. La Asamblea de esa noche fue, para la gran mayoría de los presentes, un especial momento de gracia.

RETIRO DE LA COMUNIDAD

Realizado en el Colegio Santo Domingo Savio, el retiro de la comunidad de oración Ciudad de Dios, fue un espacio de oración comunitaria y crecimiento personal, a cargo de Carlos Morales; predicador católico, miembro de la Asociación Civitas Dei.


lunes

MAYO, «MES DE MARÍA» Espera algo especial...

¿Por qué orar en comunidad? EL MISTERIO DE ORAR UNOS POR OTROS

Jesús nos ha enseñado a orar en plural: no nos hace decir “Padre mío”, sino “Padre nuestro”, no nos hace pedir “Dame hoy mi pan de cada día” sino “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Parece como si Jesús quisiera inculcar que nuestra oración debe curarnos de todo egoísmo. Es curioso: Jesús ha atendido tantas oraciones hechas en singular: “¡Jesús, que yo vea!”, clama el ciego; “Jesús, si quieres puedes curarme”, implora el leproso, y Jesús los complace. Jesús da la vista al pobre ciego, Jesús purifica al leproso, pero cuando enseña cómo se debe orar, enseña a hacerlo en plural.

Cada uno tiene sus propios problemas, pero Jesús nos enseña que no es lícito olvidar los problemas ajenos. El porqué es muy sencillo: somos células vivas de un mismo cuerpo que es Jesús, no podemos olvidar a los hermanos; somos sarmientos de una única vid que es Jesús; somos miembros de un mismo cuerpo. ¿Cómo puede la mano ignorar los problemas de los pies? Si el pie tiene una llaga también la mano tiene fiebre.

Por otra parte, todo el bien que hay en nosotros ¿no proviene acaso de los demás? Comenzando por nuestro físico, hasta nuestra cultura, nuestros hábitos, nuestras capacidades: son riquezas que no nos hemos dado nosotros mismos, todo nos lo han dado los demás. ¿No es lógico que los problemas de los hermanos estén siempre vivos en nuestra oración? ¿No es lógico que siempre acudamos a Dios con los hermanos, compartiendo todos sus problemas y rogando por sus necesidades como rogamos por las nuestras?

El hábito de orar por los demás y con los demás es un bien inmenso. Un papá se estaba muriendo, rodeado de sus hijos. Todos estaban impresionados por su serenidad y paz. La hija mayor se atrevió a preguntarle: “Papá, ¿por qué estás tan contento?”. El anciano respondió: “Mira, en vida nunca he querido rezar por mí mismo, siempre he procurado rezar por los demás; ahora, a punto de morir, me siento asombrosamente feliz. Ténganlo también ustedes presente, rueguen más por los otros que por ustedes mismos”.

Jesús ha hecho una promesa extraña para que cuando oramos no nos encerremos en el capullo de nuestro egoísmo: “Les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. (Mateo 18, 19)

Jesús nos ha revelado el poder de la oración en común. Cuando oramos en comunidad, no estamos solos, Jesús está en medio de nosotros. ¡Es estupendo!

Bárbara Shelmón es una enfermera católica, madre de cinco hijos, que se dedica a rezar por sus enfermos. Sus libros son muy leídos en los Estados Unidos, y el éxito en su oración por los enfermos es un carisma reconocido por todos. Ella está convencida de que la oración en grupo ejerce un poder especial sobre los enfermos. Escribe: “He recibido con frecuencia cartas de gente que dice haber rezado por sus males durante años sin obtener mejoría alguna, y que en cambio ha sido escuchada de modo sorprendente después de haber pedido a un grupo que rezara por ella. No sé explicarme el porqué, pero confiar a los demás nuestros problemas es en cierto modo como morir a nosotros mismos; es un factor que abre las puertas a ser atendidos por Dios”. Un hecho es cierto: Jesús ha hecho una promesa especial a quienes oren en común, y no debemos subestimarla.

La comunidad tiene sobre nosotros un poder especial de acción. También Jesús, en el momento más crucial de su vida, ha requerido la oración de sus discípulos. En Getsemaní, eligió a Pedro, Santiago y Juan para que velasen con Él en oración. Más Jesús subraya que quienes oran deben estar “unidos en su nombre”, es decir, fuertemente fusionados en su amor. (Esta catequesis es de la autoría de la "Escuela de Oración" )

Mensaje de Pascua, Urbi et Orbi, del Santo Padre Benedicto XVI (fragmentos)

"¿Por qué buscáis
entre
los muertos al que vive? No está aquí,
¡ha resucitado!"
(Lucas 24, 5-6)
“He resucitado y estoy aún y siempre contigo”. Estas palabras nos invitan a contemplar a Cristo resucitado, haciendo resonar en nuestro corazón su voz. Con su sacrificio redentor Jesús de Nazaret nos ha hecho hijos adoptivos de Dios, de modo que ahora podemos introducirnos también nosotros en el diálogo misterioso entre Él y el Padre. Viene a la mente lo que un día dijo a sus oyentes: “Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). En esta perspectiva, advertimos que la afirmación dirigida hoy por Jesús resucitado al Padre, - “Estoy aún y siempre contigo” - nos concierne también a nosotros, que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo, si realmente participamos en sus sufrimientos para participar en su gloria (cf. Rm 8,17). Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, también nosotros resucitamos hoy a la vida nueva, y uniendo nuestra voz a la suya proclamamos nuestro deseo de permanecer para siempre con Dios, nuestro Padre infinitamente bueno y misericordioso.

Entramos así en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía nás: amor del Padre que “vuelve a abrazar” al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor “manso y humilde de corazón”, que es descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29).

Hermanas y hermanos cristianos de todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad: que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy, como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20). Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días. En sus llagas gloriosas reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios del que habla al profeta: Él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad a los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto, un canto de alabanza en lugar de un corazón triste (cf. Is 61,1.2.3). Si nos acercamos a Él con humilde confianza, encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con Él una relación vital en una auténtica comunión de amor, que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales. Para esto la humanidad necesita a Cristo: en Él, nuestra esperanza, “fuimos salvados” (cf. Rm 8,24)

domingo

¡CRISTO JESÚS HA RESUCITADO!



La Pascua es la vocación de la Iglesia, es su destino y su heredad. Somos ciudadanos del cielo, de un cielo y de una Pascua que sólo se pueden ganar en la tierra.


La cruz de Cristo nos redime, pero no nos garantiza automáticamente la salvación que hemos de lograr completando en nuestra carne y en nuestra alma lo que le falta a su Pasión redentora. Pasión y Pascua se funden, de este modo, en una unidad indivisible y santa. Somos herederos de la Pascua, de una Pascua a la que se llega desde la cruz.

Tal es la grandeza de este misterio de gracia que la Iglesia ahora durante cincuenta días nos reiterará la verdad esencial de nuestra fe: ¡verdaderamente Cristo ha resucitado! Y para que podamos creer y vivir acordes a esta verdad, debemos dirigir nuestros ojos hacia la Cruz. Es preciso, de nuevo, hallar el equilibrio entre la cruz y la gloria. Nos hemos pasado tantos años en la Iglesia clavados en el Viernes Santo, plantados en la contemplación de la Pasión, que ahora, como si se tratara de un movimiento pendular, nos hemos instalado con verdad y también con demasía sólo en la gloria. Hasta ufanamente decimos estar sólo pendientes de la Pascua. Y no hay Pascua sin Viernes Santo. Es cierto que esto puede resultarnos duro, pero sólo por este camino, sólo de esta forma la Resurrección de Cristo tendrá consecuencias en nuestra vida.


(Este texto es una adaptación de un artículo de Jesús de las Heras)



Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón.
El Señor ha vencido al mundo,
muerto en la cruz por nuestro amor,
resucitado de la muerte
y de la muerte vencedor.
El ha venido a hacernos libres
con libertad de hijos de Dios,
El desata nuestras cadenas;
alegraos en el Señor.
Sin conocerle, muchos siguen
rutas de desesperación,
no han escuchado la noticia
de Jesucristo Redentor.
Misioneros de la alegría,
de la esperanza y del amor,
mensajeros del Evangelio,
somos testigos del Señor.
Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo Salvador,
gloria al Espíritu divino:
tres Personas y un solo Dios. Amén.

(Himno de Laudes)



viernes

MENSAJE DE PASCUA DE NUESTRO DIRECTOR EN BARRANQUILLA, LUIS VERGARA


Mis queridos hermanos, hoy les escribo con el único propósito de exhortarlos a que en esta Semana Santa se dejen llevar por el “Espíritu”. Es éste el que nos hace levantar nuestra voz para alabar al único Dios, para confiar ciegamente en Él.

Hoy quiero pedirte que, en medio de tu realidad, aceptes a Jesucristo el Señor como el único salvador y redentor del mundo, y a que coloques toda tu confianza en ÉL, porque es ÉL, el único que siempre te será fiel.

UN POCO DE MI VIAJE
Quiero compartirles la experiencia vivida la semana pasada en New York, donde participé de la gran asamblea que efectúa -en el Bronx- el hermano Neil Vélez. Mí única expectativa, al igual que las otras 500 personas que en promedio asisten a estos eventos, era la de oír la predicación y participar de la oración que ahí se realiza.

Ese domingo, desde muy temprano coloqué ese encuentro en manos del Señor, me fui en ayuno y, a pesar de que tuve que desplazarme media hora en tren hasta Manhattan, y luego media hora mas en subway hasta el Bronx, siempre estuve orando por esa jornada y mi encuentro con NEIL, quien es el predicador a quien más admiro.

Después de todo este preámbulo, y de participar de la eucaristía que se lleva a cabo en esa misma iglesia (pues la asamblea se realiza en un sótano) me enteré, al llegar al sitio, que Neil no había podido llegar desde Puerto Rico, y que no iba a estar en la asamblea de ese día.

Todos los organizadores, o su grupo de coordinadores se preocuparon mucho pues mi hermana les había comentado que yo había viajado desde Colombia sólo para conocerle… y aunque en ese momento sentí algo de inconformidad…le hablé a Dios y le dije “Señor por algo me hiciste venir hasta acá”, en ese momento pude haber tomado la decisión de regresarme a casa o de irme a disfrutar de las maravillas de Manhattan, pero sólo decidí esperar en el Señor, a ver por qué Él me había llevado hasta ahí.

DURANTE LA ASAMBLEA
Lo que ese DIA se vivió, o viví yo ahí, fue algo inexplicable. El “amor de Dios” inundó ese recinto completamente, y su acción -que obra en la vida de todo aquel que le permite- fue completamente abrumadora.

Conocí a un gran predicador (quizás de la misma talla el mismo Neil Vélez, el hermano Milton) y tuve la oportunidad de conversar con el ese DIA, hasta hablamos de la posibilidad de ir a Colombia. A demás de todo lo que viví, me dieron la posibilidad de ir a Radio “Jesús es el Señor“ a conocer personalmente a Neil Vélez.

Al día siguiente llamé, y me dijeron que fuera el martes a las tres de la tarde, y que Neil nos atendería 5 minutos ya que tiene una muy apretada agenda…

CONTINUARÁ


sábado

Pascua, ¡celebrando nuestra liberación!

«...Dios no hace alianzas con esclavos, por eso envió a Moisés a liberar al pueblo hebreo... este pueblo fue conducido al Horeb, al Monte Sinaí para sellar una nueva alianza... fue entonces cuando en verdad nacieron como Pueblo de Dios... el pueblo de hombres y mujeres libres nacidos de la Pascua» (Abraham Chams)

Abraham Chams, predicador católico, cirujano pedriata de profesión, fue nuestro invitado a la pasada asamblea de nuestra comunidad. Con el fin de preparanos adecuadamente para las próximas fiestas de Pascua, Abraham predicó sobre el sentido liberador de esta gran celebración y su actualidad en el «hoy» de nuestra historia personal y comunitaria.
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Dentro de lo mucho que compartió con los más de 30 hermanos que asistieron, su mensaje central fue una invitación clara a redescubrir la riqueza de la Pascua como encuentro personal con Jesucristo Vivo, vencedor del pecado y la muerte. Para ello, abordó inicialmente los origenes de esta fiesta en el pueblo de la primera alianza, el pueblo judio, y luego expuso ampliamente el sentido y la importancia de la Pascua como celebración de la Pasión, Muerte y Resurreción de Jesucristo.
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«¡Dios mío, he resucitado y estoy otra vez Contigo! Dormía y estaba tumbado como un muerto en la noche. Dios dijo: Hágase la luz y me he despertado ¡Como se lanza un grito! ¡He resucitado y me he despertado, estoy en pié y comienzo el día que empieza! Padre mío que me has creado antes de la aurora, me pongo en Tu presencia, Mi corazón está libre y mi boca es clara, el cuerpo y el espíritu están en ayuno. Estoy absuelto de todos mis pecados Que he confesado uno por uno. El anillo nupcial está en mi dedo y mi rostro está limpio. Soy como un ser inocente en la gracia Que me has concedido» (hermoso poema de Paul Claudel, sobre el sentido liberador de la Pascua: Cuando el cristiano se encuentra con Cristo, todo en él es transformado, Dios le restituye en su dignidad y hace posbile que en él renazca la belleza original que el pecado le había arrebatado)
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SU MUERTE DIO MUERTE A NUESTRA MUERTE. SU VIDA DIO VIDA A NUESTRA VIDA, POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL, HEMOS MUERTO Y HEMOS RESUCITADO EN LA LUMINOSA NOCHE DE LA PASCUA (Rvch)

lunes

«Una bella experiencia de oración y fe»

Como “una bella experiencia de oración y fe” fue definida por algunos de los asistentes a la pasada asamblea de oración en la Comunidad Ciudad de Dios, la predicación de Renzo Alvarado; el predicador católico que el sábado anterior, 23 de febrero, asistió a nuestra comunidad.

“El temor de Dios, expresión de Amor que hace posible la conversión”, fue el tema desarrollado por Renzo ante los 16 hermanos que asistieron en esta oportunidad. “El Temor de Dios – expresó Renzó- es un don del Espíritu Santo; un don que podríamos definir como el no querer perder, por el pecado, la maravillosa experiencia de sentirnos amados por Dios”


El temor de Dios
¿Qué relación con Dios expresan las palabras temer a Dios?
Distintas palabras expresan nuestra relación con Dios, podemos creer en él, amarle, servirle. A veces también se dice temer a Dios. Esta expresión resulta difícil de comprender, pero como ésta no es rara en la Biblia, vale la pena el esfuerzo de hacer Una lectura atenta de algunos textos para tratar de comprender mejor el sentido.

En los salmos, temer al Señor, es «guardar su alianza y acordarse de cumplir su voluntad.» (Salmo 103,18) «Los que temen al Señor» forman «la gran asamblea» de los fieles reunidos en el Templo para orar y adorar (Salmo 22,26). En este contexto, el temor del Señor corresponde casi a lo que llamamos la práctica religiosa. Es por eso que ella enseña: «Venid, hijos, escuchadme, voy a enseñaros el temor de Dios» (Salmo 34,12) «Enseñar el temor de Dios» no se trata en absoluto suscitar el miedo, sino que es enseñar las oraciones y los mandamientos, es iniciar a una vida de confianza en Dios. «Los que teméis al Señor tened confianza en él.» (Eclesiástico 2,8)
Teniendo en cuenta del uso que la Biblia hace de la palabra temer podemos en bastantes lugares de la Escritura traducirlo por adorarle o amarle, y traducir el temor de Dios por la fidelidad.

El temor de Dios, ¿tiene aún algo que decirnos?
La resistencia actual de hablar del temor de Dios es sin duda justificada, debido a que el lenguaje del miedo ha podido hacer desfigurar el hecho de que Dios es amor. Para evitar este peligro nos servimos por todas partes donde es posible de otro vocablo. Pero quedan en ambos Testamentos pasajes donde el temor de Dios es la palabra clave que difícilmente se puede reemplazar.

Según el profeta Isaías, el temor de Dios cura los miedos de los hombres. «Así me dijo el Señor al tomarme de la mano, y me advirtió que no siguiera el camino de este pueblo: No llaméis complot a lo que este pueblo llama complot; no tembléis, ni temáis lo que él teme; al Señor todopoderoso tendréis por Santo: temedlo sólo a él.» (8,11-13) Isaías, con toda evidencia, llama al coraje y a la confianza, ¡pero esta confianza la llama miedo y terror! Es una expresión retórica, pero también es más que eso. Isaías sabe que el miedo es incontrolable. Entonces, es como si dijera: «Es imposible que no temáis: ¡temed a Dios entonces! Dirigid, pues, hacia Dios toda esa energía que anima vuestro miedo.» Ese miedo de Dios que absorbe los demás miedos no es fácil definirlo, pero es ciertamente la fuente de una gran libertad interior.

Un poco más adelante en el libro de Isaías, el miedo de Dios es un carisma del Mesías: «Sobre él descansará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría, de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor.» (Isaías 11,2) Tanto como la sabiduría y la fuerza, el temor del Señor es un don del Espíritu Santo. Este mismo don se llama también humildad. Temer al Señor es reconocer en él la fuente de todo bien. Esa transparencia estaba en el corazón de la vida de Jesús: «No hago nada por mi cuenta… sino que el Padre que está en mí hace sus obras.» (Juan 8,28 y 14,10)

El apóstol Pablo escribe: «Esforzaos con santo temor en vuestra salvación. Que es Dios quien, más allá de vuestra buena disposición, realiza en vosotros el querer y el actuar.» (Filipenses 2,12-13) Puesto que Pablo afirma que la salvación viene por la fe, «esforzarse con santo temor en nuestra salvación» debe expresar aquí un aspecto de la fe. La fe no es una certeza tomada a la ligera, sino una confianza temerosa: confianza vida, asombrada, vigilante. Nuestra salvación es un milagro que Dios «opera en nosotros», es por lo que pide toda nuestra atención. «Esforzarse con santo temor» es tomar conciencia de que cada instante es un encuentro con Dios, pues en todo momento Dios está actuando en nosotros.

«Los que teméis al Señor, alabadlo, glorificadlo, estirpe de Jacob, temedlo, estirpe de Israel» (Salmo 22,24) progresión asombrosa de los verbos: «alabad, glorificad, temed al Señor» El miedo es aquí la alabanza que llega al punto donde no sabe qué más decir: alabanza asombrosa, silencio y amor.

(Éste hermoso texto es de la autoría de los Monjes de Taizé, y sirve como material complementario a quienes asistieron a la pasada asamblea)

miércoles

¿Ayunar? Sí, pero con el corazón

El ayuno, en el contexto de este tiempo de cuaresma, fue la predicación realizada en nuestra comunidad, el sábado 16 febrero; a cargo de nuestro director, Luis Vergara. Ofrecemos ahora algunas orientaciones sobre el ayuno y su importancia dentro de nuestra experiencia de fe.
Una y otra vez, los Evangelistas hablan del Ayuno y cuentan que Jesús recomendó ayunar, a fin de progresar en la vida espiritual. Lo que Jesús dijo acerca del ayuno puede ser resumido de la siguiente manera:

EL AYUNO ES TAN NECESARIO COMO LA ORACIÓN (Cfr. Mt 6, 16).
Por medio de la oración, nos adherimos a Dios y por medio del ayuno, desprendemos nuestro corazón de las cosas que nos atan a las preocupaciones de este mundo. El ayuno nos lleva a una nueva libertad de corazón y de mente. El ayuno es un llamado a la conversi6n dirigido a nuestro cuerpo. En otras palabras, es el proceso por el cual nos hacemos libres e independientes de las cosas materiales. Y al liberarnos de las cosas externas a nosotros, nos liberamos también de las pasiones que encadenan nuestra vida interior. Esta nueva libertad en nuestro cuerpo dará lugar a nuevos valores. El ayuno nos libera de ciertas ataduras y nos da la libertad para gozar la felicidad. Lo que se requiere para transformar la disposición de nuestro corazón y nuestra mente es un regrese radical y absoluto a Dios. El ayuno facilita este retorno. El ayuno no es un fin en sí mismo, sino que sirve a la conversión: primero, a nivel de la fe y después, a nivel social.

La decisión de ayunar (y de orar) debiera ser tomada con pureza de intención, libre de cualquier autosuficiencia u orgullo. Recuerda el caso del fariseo que utilizaba la oración para hacer alarde de su piedad y expresar su desprecio por el publicano, un hombre en verdad humilde (cf Lc. 18, 9-I4). Jesús afirmó que Sus discípulos ayunarían al igual que los discípulos de Juan, pero sólo hasta que El hubiera partido de este mundo: "¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse triste mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán…" ((Mt 9, 15-16).

Cuando Jesús explicó a Sus discípulos, por qué ellos no fueron capaces de liberar a un hombre de una posesión diabólica, El atribuyó un poder especial al ayuno. Afirmó que ciertos demonios no pueden ser arrojadas sino con la oración y el Evangelista Marcos añade: "… y el ayuno" (cf. Mc 9,29). De acuerdo a Lucas, Jesús no comió durante los cuarenta días que permaneció en el desierto. En otras palabras, Jesús ayunó antes de proclamar la Buena Nueva (cf. Lc 4,1-4). Si bien Jesús no ordenó explícitamente a Sus discípulos que practicaran el ayuno, parecía obvio quo El esperaba que así lo hicieran.

Desde el punto de vista teológico, el ayuno no sería ya necesario después de la Resurrección de Cristo, porque los invitados a la boda no tienen razón de ayunar en tanto el novio permanezca con ellos (cf. Mt 9,15). Sin embargo, en vista de que Jesús aun ha de retornar en Su gloria, el ayuno sigue siendo necesario como signo de nuestra espera. Esta perspectiva le da un nuevo sentido y significado al ayuno y puesto que nos hace fijar nuestra atención en el Señor que ha de venir adquiere entonces una dimensión escatológica.

¿Cuál es la mejor manera de ayunar? Existen muchas, sin embargo, la práctica, muy generalizada por cierto, de hacerlo a pan y agua (reemplazando las tres comidas del día por pequeñas raciones de pan y agua) es la más recomendable. Obviamente, este ayuno no tendría sentido si en lo profundo de nuestro corazón no existiera la recta intención de abandonar el pecado; aún así no tengamos la fuerza para hacerlo, ayunar se convierte en un signo con el que expresamos nuestros deseos de poner a Dios por encima de todo, principalmente de nuestros apetitos y caprichos. El sólo hecho de pasar un día orando y experimentado esa continua y voluntaria renuncia al placer de comer, tiene un fuerte impacto sobre nuestra voluntad.

martes

CARLOS MORALES EN «CIUDAD DE DIOS»

En nuestra pasada asamblea de oración, sábado 9 de febrero, contamos con la presencia de Carlos Morales; predicador católico, miembro de la Asociación Católica Civitas Dei. En su predicación Carlos esbozó los principales contenidos y lineamientos de la Cuaresma, a la luz del Evangelio de San Mateo, “Las Tentaciones de Jesús" (Ver San Mateo 4, 5ss) La asamblea contó con la asistencia de más de 35 hermanos.

PARA PROFUNDIZAR EN NUESTRA REFLEXIÓN
El Evangelio del Primer Domingo de Cuaresma nos habla de las tentaciones que tuvo Jesús en el desierto. Como dicen las Escrituras, Jesús fue probado en todo igual que nosotros: tentaciones, dolores, traiciones, persecuciones, destierro, incomprensiones, calumnias, mentiras, difamación, abandono, deserciones y hasta la muerte. Lo que lo diferencia de nosotros es que nunca sucumbió ante el pecado.

Las tentaciones vienen siempre disfrazadas de “luces, de promesas, de poder, de exaltación del ego. Las glorias, las vanidades de este mundo, las insinuaciones provenientes de muchos, el autoritarismo, el afán de dinero, de poder, de controlarlo todo; son las tentaciones, las provocaciones que inducen a la humanidad a vivir marginando a Dios de la vida, de la sociedad, del mundo. En última instancia, es el deseo del ser humano del endiosamiento, de rebatirle a Dios, el ser criatura de Dios.

Jesús no se dejó tentar. El tentador no tuvo poder sobre Él. Jesús, con su actitud, nos dio la primera lección de Libertad. Ser libre es no dejarse llevar por nada ni nadie que no produzca libertad, bien, justicia y honestidad. Ser libre es la condición de ser creados por Dios. Sólo siendo libres somos el Proyecto de Dios, somos Hijos de Dios.

Ya estamos en el Tercer Milenio del Cristianismo, y captamos un renacer en la espiritualidad de algunas personas. Una búsqueda hacía la seguridad personal y de los suyos. Un querer descubrir el Misterio de Dios y el del final de los tiempos. En cambio, en otros, observamos como un querer vivir como si Dios no existiera. Sólo importa el acumular aún a costa de los otros. Comprendemos que esa es la naturaleza del ser humano. Si, todavía hoy existen las tentaciones que nos impiden reconciliarnos con Dios; que nos impiden reconocer que el Señor es Nuestro Dios.

Un afán de consumismo y materialismo, nos roba toda posibilidad de disfrutar la alegría de lo simple, aquello que nos pudiera hacer felices y que además es gratuito: las relaciones interpersonales, el amar a los demás sin esperar recibir nada a cambio, compartir con los demás una amistad desinteresada.

Aprovechemos este tiempo de Cuaresma, tiempo de reflexión, de reconciliación, de conversión para escuchar la llamada de Jesús a una renovación interior personal, comunitaria en la oración, y en la vuelta a los sacramentos.

(Maruchi R. Elmúdesi)

domingo

CIVITAS DEI «Ciudad de Dios»


Dios está en la ciudad y allí se le puede encontrar. La ciudad tiene ciertamente un poco de la fascinación de Babel y mil tentaciones que la llenan y que parece que constantemente pueden desviarnos del Señor.
Pero en el desierto, también podemos ser tentados. En medio de las soledades podemos ser charlatanes y a la sombra de los claustros se puede ser muy mundano.
Dios está en la ciudad y es preciso buscarle allí. A quien llama, Él le abrirá. A quien pide, le dará. Y quien le busca, lo encontrará.

Yo me digo frecuentemente, después de haber oído desde hace años tantos testimonios sobre este tema, que la iglesia más grande es el metro. ¡Si se supieran todas las oraciones que por centenares de millares se recitan allí cada día, desde antes de la aurora hasta avanzada la noche!
En el cielo nos sorprenderemos descubriendo a todos aquellos que en el metro, autobús, en el taxi y en los carros particulares, se han santificado desgranando las cuentas del rosario o rezando simplemente por los que les rodean.

A veces me gusta imaginarme a la ciudad, representándomela como Verlaine desde mi celda, "por encima del tejado". Allá, bajo nuestros ojos, alrededor de la catedral, todas esas iglesias, esas basílicas, esas capillas, esos oratorios, esos conventos, esos monasterios, esas mil y una lámparas de oración que arden y brillan invisiblemente a lo largo de los días y en medio de la noche... son otros tantos signos perceptibles de la Presencia de Dios.

Pierre-Marie Delfieux

sábado

Mensaje del Padre Joaquín Climent -nuestro fundador- con ocasión de la Cuaresma 2008


Mis queridos hermanos, empezar la Cuaresma es llegar al momento más idóneo para dejarnos llevar al desierto por el Espíritu. Lógico es que siempre hemos de seguir sus mociones y cuando toca desierto, pues toca desierto y si bien hemos de procurar no caer en él por nuestra manera de ser ya espiritual, ya moral, ya sicológica, etc... si hemos de entender que Dios lo permite para nuestro bien.


Soledad y ayuno de tantas y tantas cosas es lo que podemos y debemos. Ayunar nos ayuda al crecimiento de la amistad con Dios, y por tanto de una mayor amistad con nosotros mismos, ya que no siempre nos amamos como Dios nos ama.


Ánimo pues, y como nos dirán al imponernos la Ceniza, no le tengamos miedo ni a la Conversión ni a Creer en el Evangelio.


Abrazos


P. Joaquín

miércoles


CIVITAS DEI…Ciudad de Dios
Es un estilo de amar en Su nombre. Es una asociación privada de fieles católicos que ponen en común la experiencia de construir el Reino de Dios entre los hombres sin hacer distinción de personas. La misma Iglesia es quien nos anima a ello: “Existen en la Iglesia asociaciones distintas a los institutos de vida consagrada y de las sociedades de viva apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, trabajando unidos buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto publico, o la doctrina cristiana o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de las obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal” y “Los fieles tienen la facultad, mediante un acuerdo privado entre ellos de constituir asociaciones para los fines de los que se trata en el Canon 298” con claros objetivos y medios de realizarlos debidamente reglamentados, sin que esto suponga no escuchar atentamente las inspiraciones y mociones del Espíritu Santo en cada momento y ocasión: ”La admisión de los miembros debe tener lugar de acuerdo con el derecho y con los estatutos de cada asociación” y “Los fieles dirigen y administran las asociaciones de acuerdo con las prescripciones de los estatutos”


Creemos que vivir la llamada a la santidad según el plan de Dios, exige redescubrirnos y reconocernos personalmente en el mismo corazón amoroso de Dios, según el Espíritu Santo, que es quien guía nuestra vida en el camino de la Verdad, amándonos como Él nos ama y sabiéndonos edificado “para ser su morada”(Ef.2,22).


Hacemos experiencia de fe y esperanza en el ámbito de la Renovación Carismatica Católica en el Espíritu porque encontramos en ella medios que nos ayudan eficazmente para vivir con más plenitud el cristianismo catolico.


Como miembros del pueblo de Dios, debemos ser coherentes con la fe recibida en la Iglesia, y al oír la llamada del Señor desde cada una de nuestros compromisos y responsabilidades en la sociedad y en la Iglesia, según nuestro estado de vida queremos ayudarnos a responder como Samuel: “Habla Señor que tu siervo escucha” (1 Sam.3,9) y como Isaías: “Envíame a mi”(Is.6,9.), y tanto individualmente como unidos en fraternidad dar testimonio de la experiencia de conocer a de Jesucristo vivo y reconocerlo presente en medio de la Iglesia y la sociedad. En la perspectiva evangélica el verdadero poder y autoridad es el de Jesús crucificado, quien “no vino ser servido sino a servir”, (Mt.20, 28) y quien nos enseña a amar hasta dar la vida. Este es el mayor servicio hecho a la humanidad…esto es camino de perfección y santidad, muchas veces difícil de aprender y de recorrer; pero que nos lleva sin duda alguna al Padre.


Para esto hará falta dejarnos “conducir al desierto por el espíritu” (Mt.4, 1) y ayudarnos unos a otros a ser cada vez más fieles a la vocación a la santidad y a la perfección a la que estamos llamados tanto individual como comunitariamente.