domingo

CIVITAS DEI «Ciudad de Dios»


Dios está en la ciudad y allí se le puede encontrar. La ciudad tiene ciertamente un poco de la fascinación de Babel y mil tentaciones que la llenan y que parece que constantemente pueden desviarnos del Señor.
Pero en el desierto, también podemos ser tentados. En medio de las soledades podemos ser charlatanes y a la sombra de los claustros se puede ser muy mundano.
Dios está en la ciudad y es preciso buscarle allí. A quien llama, Él le abrirá. A quien pide, le dará. Y quien le busca, lo encontrará.

Yo me digo frecuentemente, después de haber oído desde hace años tantos testimonios sobre este tema, que la iglesia más grande es el metro. ¡Si se supieran todas las oraciones que por centenares de millares se recitan allí cada día, desde antes de la aurora hasta avanzada la noche!
En el cielo nos sorprenderemos descubriendo a todos aquellos que en el metro, autobús, en el taxi y en los carros particulares, se han santificado desgranando las cuentas del rosario o rezando simplemente por los que les rodean.

A veces me gusta imaginarme a la ciudad, representándomela como Verlaine desde mi celda, "por encima del tejado". Allá, bajo nuestros ojos, alrededor de la catedral, todas esas iglesias, esas basílicas, esas capillas, esos oratorios, esos conventos, esos monasterios, esas mil y una lámparas de oración que arden y brillan invisiblemente a lo largo de los días y en medio de la noche... son otros tantos signos perceptibles de la Presencia de Dios.

Pierre-Marie Delfieux