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«Una bella experiencia de oración y fe»

Como “una bella experiencia de oración y fe” fue definida por algunos de los asistentes a la pasada asamblea de oración en la Comunidad Ciudad de Dios, la predicación de Renzo Alvarado; el predicador católico que el sábado anterior, 23 de febrero, asistió a nuestra comunidad.

“El temor de Dios, expresión de Amor que hace posible la conversión”, fue el tema desarrollado por Renzo ante los 16 hermanos que asistieron en esta oportunidad. “El Temor de Dios – expresó Renzó- es un don del Espíritu Santo; un don que podríamos definir como el no querer perder, por el pecado, la maravillosa experiencia de sentirnos amados por Dios”


El temor de Dios
¿Qué relación con Dios expresan las palabras temer a Dios?
Distintas palabras expresan nuestra relación con Dios, podemos creer en él, amarle, servirle. A veces también se dice temer a Dios. Esta expresión resulta difícil de comprender, pero como ésta no es rara en la Biblia, vale la pena el esfuerzo de hacer Una lectura atenta de algunos textos para tratar de comprender mejor el sentido.

En los salmos, temer al Señor, es «guardar su alianza y acordarse de cumplir su voluntad.» (Salmo 103,18) «Los que temen al Señor» forman «la gran asamblea» de los fieles reunidos en el Templo para orar y adorar (Salmo 22,26). En este contexto, el temor del Señor corresponde casi a lo que llamamos la práctica religiosa. Es por eso que ella enseña: «Venid, hijos, escuchadme, voy a enseñaros el temor de Dios» (Salmo 34,12) «Enseñar el temor de Dios» no se trata en absoluto suscitar el miedo, sino que es enseñar las oraciones y los mandamientos, es iniciar a una vida de confianza en Dios. «Los que teméis al Señor tened confianza en él.» (Eclesiástico 2,8)
Teniendo en cuenta del uso que la Biblia hace de la palabra temer podemos en bastantes lugares de la Escritura traducirlo por adorarle o amarle, y traducir el temor de Dios por la fidelidad.

El temor de Dios, ¿tiene aún algo que decirnos?
La resistencia actual de hablar del temor de Dios es sin duda justificada, debido a que el lenguaje del miedo ha podido hacer desfigurar el hecho de que Dios es amor. Para evitar este peligro nos servimos por todas partes donde es posible de otro vocablo. Pero quedan en ambos Testamentos pasajes donde el temor de Dios es la palabra clave que difícilmente se puede reemplazar.

Según el profeta Isaías, el temor de Dios cura los miedos de los hombres. «Así me dijo el Señor al tomarme de la mano, y me advirtió que no siguiera el camino de este pueblo: No llaméis complot a lo que este pueblo llama complot; no tembléis, ni temáis lo que él teme; al Señor todopoderoso tendréis por Santo: temedlo sólo a él.» (8,11-13) Isaías, con toda evidencia, llama al coraje y a la confianza, ¡pero esta confianza la llama miedo y terror! Es una expresión retórica, pero también es más que eso. Isaías sabe que el miedo es incontrolable. Entonces, es como si dijera: «Es imposible que no temáis: ¡temed a Dios entonces! Dirigid, pues, hacia Dios toda esa energía que anima vuestro miedo.» Ese miedo de Dios que absorbe los demás miedos no es fácil definirlo, pero es ciertamente la fuente de una gran libertad interior.

Un poco más adelante en el libro de Isaías, el miedo de Dios es un carisma del Mesías: «Sobre él descansará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría, de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor.» (Isaías 11,2) Tanto como la sabiduría y la fuerza, el temor del Señor es un don del Espíritu Santo. Este mismo don se llama también humildad. Temer al Señor es reconocer en él la fuente de todo bien. Esa transparencia estaba en el corazón de la vida de Jesús: «No hago nada por mi cuenta… sino que el Padre que está en mí hace sus obras.» (Juan 8,28 y 14,10)

El apóstol Pablo escribe: «Esforzaos con santo temor en vuestra salvación. Que es Dios quien, más allá de vuestra buena disposición, realiza en vosotros el querer y el actuar.» (Filipenses 2,12-13) Puesto que Pablo afirma que la salvación viene por la fe, «esforzarse con santo temor en nuestra salvación» debe expresar aquí un aspecto de la fe. La fe no es una certeza tomada a la ligera, sino una confianza temerosa: confianza vida, asombrada, vigilante. Nuestra salvación es un milagro que Dios «opera en nosotros», es por lo que pide toda nuestra atención. «Esforzarse con santo temor» es tomar conciencia de que cada instante es un encuentro con Dios, pues en todo momento Dios está actuando en nosotros.

«Los que teméis al Señor, alabadlo, glorificadlo, estirpe de Jacob, temedlo, estirpe de Israel» (Salmo 22,24) progresión asombrosa de los verbos: «alabad, glorificad, temed al Señor» El miedo es aquí la alabanza que llega al punto donde no sabe qué más decir: alabanza asombrosa, silencio y amor.

(Éste hermoso texto es de la autoría de los Monjes de Taizé, y sirve como material complementario a quienes asistieron a la pasada asamblea)