miércoles

¿Ayunar? Sí, pero con el corazón

El ayuno, en el contexto de este tiempo de cuaresma, fue la predicación realizada en nuestra comunidad, el sábado 16 febrero; a cargo de nuestro director, Luis Vergara. Ofrecemos ahora algunas orientaciones sobre el ayuno y su importancia dentro de nuestra experiencia de fe.
Una y otra vez, los Evangelistas hablan del Ayuno y cuentan que Jesús recomendó ayunar, a fin de progresar en la vida espiritual. Lo que Jesús dijo acerca del ayuno puede ser resumido de la siguiente manera:

EL AYUNO ES TAN NECESARIO COMO LA ORACIÓN (Cfr. Mt 6, 16).
Por medio de la oración, nos adherimos a Dios y por medio del ayuno, desprendemos nuestro corazón de las cosas que nos atan a las preocupaciones de este mundo. El ayuno nos lleva a una nueva libertad de corazón y de mente. El ayuno es un llamado a la conversi6n dirigido a nuestro cuerpo. En otras palabras, es el proceso por el cual nos hacemos libres e independientes de las cosas materiales. Y al liberarnos de las cosas externas a nosotros, nos liberamos también de las pasiones que encadenan nuestra vida interior. Esta nueva libertad en nuestro cuerpo dará lugar a nuevos valores. El ayuno nos libera de ciertas ataduras y nos da la libertad para gozar la felicidad. Lo que se requiere para transformar la disposición de nuestro corazón y nuestra mente es un regrese radical y absoluto a Dios. El ayuno facilita este retorno. El ayuno no es un fin en sí mismo, sino que sirve a la conversión: primero, a nivel de la fe y después, a nivel social.

La decisión de ayunar (y de orar) debiera ser tomada con pureza de intención, libre de cualquier autosuficiencia u orgullo. Recuerda el caso del fariseo que utilizaba la oración para hacer alarde de su piedad y expresar su desprecio por el publicano, un hombre en verdad humilde (cf Lc. 18, 9-I4). Jesús afirmó que Sus discípulos ayunarían al igual que los discípulos de Juan, pero sólo hasta que El hubiera partido de este mundo: "¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse triste mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán…" ((Mt 9, 15-16).

Cuando Jesús explicó a Sus discípulos, por qué ellos no fueron capaces de liberar a un hombre de una posesión diabólica, El atribuyó un poder especial al ayuno. Afirmó que ciertos demonios no pueden ser arrojadas sino con la oración y el Evangelista Marcos añade: "… y el ayuno" (cf. Mc 9,29). De acuerdo a Lucas, Jesús no comió durante los cuarenta días que permaneció en el desierto. En otras palabras, Jesús ayunó antes de proclamar la Buena Nueva (cf. Lc 4,1-4). Si bien Jesús no ordenó explícitamente a Sus discípulos que practicaran el ayuno, parecía obvio quo El esperaba que así lo hicieran.

Desde el punto de vista teológico, el ayuno no sería ya necesario después de la Resurrección de Cristo, porque los invitados a la boda no tienen razón de ayunar en tanto el novio permanezca con ellos (cf. Mt 9,15). Sin embargo, en vista de que Jesús aun ha de retornar en Su gloria, el ayuno sigue siendo necesario como signo de nuestra espera. Esta perspectiva le da un nuevo sentido y significado al ayuno y puesto que nos hace fijar nuestra atención en el Señor que ha de venir adquiere entonces una dimensión escatológica.

¿Cuál es la mejor manera de ayunar? Existen muchas, sin embargo, la práctica, muy generalizada por cierto, de hacerlo a pan y agua (reemplazando las tres comidas del día por pequeñas raciones de pan y agua) es la más recomendable. Obviamente, este ayuno no tendría sentido si en lo profundo de nuestro corazón no existiera la recta intención de abandonar el pecado; aún así no tengamos la fuerza para hacerlo, ayunar se convierte en un signo con el que expresamos nuestros deseos de poner a Dios por encima de todo, principalmente de nuestros apetitos y caprichos. El sólo hecho de pasar un día orando y experimentado esa continua y voluntaria renuncia al placer de comer, tiene un fuerte impacto sobre nuestra voluntad.